¿Pensando en un Piercing en la Lengua? Pros, Riesgos y Cuidados

Recuerdo ese momento como si fuera ayer. Mi adolescencia era una mezcla de rebeldía y búsqueda de identidad, y el piercing en la lengua parecía ser el pasaporte perfecto hacia la autenticidad. Era como si ese pequeño trozo de metal pudiera gritar “soy diferente” sin necesidad de pronunciar una palabra.

En aquel entonces, mis amigos del colegio lo veían como un símbolo de transgresión. Yo lo veía como mi boleto para ser parte de ese grupo cool que marcaba tendencia. Era como tener un accesorio secreto, algo así como un James Bond de la moda juvenil, pero con un toque de audacia dental.

“El piercing era más que un accesorio; era mi declaración personal de independencia”

Lo que no sabía entonces era que ese pequeño “accesorio” sería mi primera lección de anatomía dental en carne propia. Jugaba constantemente con él, lo movía de un lado a otro como quien juega con un lápiz en una reunión aburrida. Era mi distractor personal, mi pequeño rebelde metálico que me acompañaba a todas partes.

Mis padres, por supuesto, no estaban precisamente encantados. Recuerdo sus miradas de preocupación, ese típico gesto entre la reprimenda y la resignación que solo los padres pueden hacer. Pero para mí, era mi momento de independencia, mi grito silencioso de “soy mayor y puedo tomar mis decisiones”.

El Momento de la Verdad

Lo que no imaginaba era que ese pequeño trozo de metal sería mi primera lección de biomecánica dental. Un día, mientras conversaba animadamente con mis amigos, un movimiento involuntario fue suficiente para cambiar todo. El piercing, ese “amigo” que creía inofensivo, se convirtió en mi peor enemigo dental.

Un golpe, un simple movimiento, y mi diente central derecho sufrió una fractura que parecía sacada de una película de terror dental. Era como si toda mi rebeldía adolescente se hubiera condensado en ese momento único de descuido.

• Un segundo de distracción
• Un movimiento involuntario
• Un piercing travieso
• Un diente fracturado

Hoy, como odontóloga, puedo ver ese momento con la perspectiva que solo da la experiencia. No es un discurso de regaño, es una historia real que muchos de mis pacientes en Medellín podrían reconocer. Un recordatorio de que la estética tiene un límite cuando se trata de salud.

“A veces, la verdadera rebeldía está en cuidar tu salud, no en arriesgarla”